Gastronomía



Con el objetivo de ponerlas en valor, difundirlas y protegerlas, el Ministerio de Educación Cultura y Deporte ha iniciado un expediente para declararlas Manifestación Representativa del Patrimonio Cultural Inmaterial de la UNESCO.
Y es que, tal y como se recoge en la Resolución publicada en el Boletín Oficial del Estado del 16 de febrero, “las tapas se han convertido en uno de los elementos más representativos de la identidad no solo alimentaria, sino cultural de nuestro país, adquiriendo un gran reconocimiento internacional que las asocia ya de una manera indisoluble a lo español”.
En este sentido, la disposición también afirma que la tradición de tapear o ir de pinchos“es una forma de comer o cenar, típica de los fines de semanas, que se ha instalado en todas las regiones del territorio nacional y en casi todos los país del mundo, aunque con algunas diferencias zonales y/o lo locales”.
Cabe destacar que la iniciativa, que nació en 2016 gracias a un proyecto de la Real Academia de Gastronomía, fue respaldada desde sus inicios por varias instituciones y entidades públicas como el Ministerio de Cultura y la Asociación de Amigos de la Real Academia, dependiente del Consejo Superior de Investigaciones Científicas.
Origen de las tapas
Al igual que el caso de la tortilla de patatas, el origen de las tapas despierta un gran interés popular que ha desembocado en un tropel de leyendas y mitos. Hay teorías que apuntan que este manjar surgió en el siglo XIII cuando Alfonso X el Sabio llevó un placentero tratamiento médico a base de tragos de alcohol acompañados de ligeras comidas para evitar el emborrachamiento. Cuando el rey se recuperó de su enfermedad, promulgó una ley que obligaba a todas las tabernas de Castilla dar con cada copa de vino una pequeña porción de comida.


Sin embargo, hay otras teorías que aseguran que estos bocaditos surgieron en una visita de Alfonso XIII a Cádiz. El monarca entró en una taberna y pidió un vino. En el momento en el que el camarero le sirvió la copa, comenzó a soplar el viento y se levantó una nube de arena. Rápidamente uno de los mozos del local le puso una loncha de jamón sobre la copa para que sirviera de “tapa” y la arena no callera en el interior. La idea le pareció tan buena que después de acabárselo pidió otro vino con “tapa”.
Sea como fuere, y aunque no se sabe el origen exacto, lo que está claro es que esta costumbre viene de la Edad Media, cuando en tabernas y mesones se tapaban las copas y los vasos de vino con rebanadas de pan o jamón para así evitar que cayeran moscas, mosquitos o polvo en la bebida.



 

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